Allá, en donde el cielo se junta con la tierra,
y las nubes se tornan rojizas
cual mejillas de mi amado.
Bajo ese peral de majestuosas ramas,
expandidas cual territorio del rey,
bajo su cálida sombra,
ahí soñaba yo con mi enamorado.
Él, de cabellera dorada
y grandes ojos; ladrón de suspiros.
Radiante usurero de mi corazón.
¡Bríndame Hipnos querido!
El único consuelo que me queda;
en la mentira vivir por el amor
que siempre le procuraré.